Epistemologías del Sur para la Economía Social y Solidaria
Nota: Este foro sobre la economía social and solidaria en América Latina— una colaboración entre el Miami Institute, la Red Comparte y el Centro Internacional de Investigación de la Economía Social y Solidaria de la Universidad Iberoamericana CDMX (CIIESS)— comienza con este ensayo de José Andrés Fuentes González. En las próximas dos semanas, estaremos publicando aquí los cinco ensayos del foro y, al final, los autores se unirán para un diálogo virtual, basado en estos ensayos. Esta conversación al final del foro tomará lugar el 1 de octubre, 12pm-13:15 pm (hora México) / 13:00pm-14:15 (hora Miami, EDT). Por favor sigan este enlace para registrarse al evento virtual.
A nivel global vivimos una época de crisis generalizada, patente en todas las áreas de la vida: ambiental, económica, social, política, educativa, alimentaria, de salud, demográfica, epistémica y existencial. Es la crisis civilizatoria que atravesamos como humanidad y que pone en riesgo el equilibrio ecosistémico planetario y el mundo tal como lo conocemos. La pandemia del Covid-19 es tan sólo un síntoma más de esta crisis cuyas raíces son muy profundas y se pueden evidenciar en el colonialismo del proyecto civilizatorio occidental, en el patriarcado imperante en prácticamente todas las culturas, y en la dominación del ego humano sobre las personas y la realidad en sí.
Las causas de esta crisis civilizatoria son muy profundas, pero sus implicaciones muy tangibles en la vida cotidiana. El desastre ambiental que hemos generado, las crecientes desigualdades económicas y los estallidos sociales derivados, la falta de alimentos en algunos lugares y el derroche en otros, y un largo etcétera. Pero, ateniéndonos al tema de este texto, muchas personas nos sentimos inmersas en un sistema económico globalizado –capitalista y patriarcal– sin salida; parecería que cualquier intento por frenar la gran locomotora del capital resulta en recesión, desempleo y crisis social, por lo que resulta mejor mantener el rumbo y la velocidad, aunque el precipicio esté cada vez más cerca. Esto genera desesperanza y frustración ya que pareciera que no hay nada que se pueda hacer. Al contrario, no sólo hay mucho posible por hacer, sino también hay muchísimo que ya se está haciendo. Las alternativas que buscamos no están en ese otro mundo posible abstracto y futuro, sino en este otro mundo que ya existe; no como alternativas últimas ni finales, sino como procesos en construcción. Pero para poder observar ese otro mundo existente, debemos ajustar nuestra propia mirada. Y es por eso que nuestra forma de conocer la realidad juega un papel trascendental.
El saber occidental, moderno y científico nos ha brindado muchos conocimientos y beneficios en todas las áreas de la vida, sin lugar a dudas; pero también nos ha traído al mundo en crisis que vivimos actualmente, y sin comprender a bien cómo hemos llegado, mucho menos cómo salir de aquí. El problema epistemológico no radica en el conocimiento occidental y científico, sino en la pretensión de ser el único conocimiento válido. Esto ha llevado a despreciar e invisibilizar una gran diversidad de saberes de otras culturas a los que, en general, nos referimos por Epistemologías del Sur. Son conocimientos, válidos y pertinentes, que han sido históricamente excluidos y despreciados por el conocimiento hegemónico y que hoy se retoman ante la inquietante crisis civilizatoria que atravesamos. En los pueblos originarios de Latinoamérica, por ejemplo, encontramos muchas alternativas –teóricas y prácticas– que son viables y pueden aportar mucho para afrontar este crucial momento histórico.
No es posible entrar aquí en particularidades sobre estos saberes del Sur, pero es relevante señalar que no se trata de despreciarlos ni idealizarlos –ambas posturas cierran la puerta al diálogo, que es justamente lo que necesitamos– pero sí de reconocerlos como interlocutores, como conocimientos válidos y necesarios para construir nuevas formas de conocimiento que nos ayuden a transitar la crisis civilizatoria y encaminar el proceso de transición; período para el cual las economías alternativas –como la Economía Social y Solidaria– resultan fundamentales.
Como sabe la teoría de sistemas, la física cuántica o el budismo, los sistemas de la realidad modifican su comportamiento si los miramos de manera distinta. Esto es válido para las partículas subatómicas, las relaciones humanas o los sistemas económicos. Por ello, si buscamos transformar la realidad económica y social que vivimos, es necesario comenzar por mirar e interpretarla de forma distinta, sobre todo en esas áreas de la vida, como la economía y el desarrollo, que han estado dominadas por el universalismo occidental, limitando la consolidación de alternativas.
A continuación, se exponen brevemente un par de ejemplos de cómo podrían incorporarse los saberes de las epistemologías del Sur para abrir el diálogo y replantear algunas de las ideas y conceptos generalmente aceptados sin el menor cuestionamiento. Con ello podremos dislocar algunas de las preguntas habituales para, a partir de un mirar distinto, abrir nuevas formas de interpretación y nuevos horizontes para la construcción de economías alternativas y horizontes civilizatorios distintos.
Lo primero a señalar es el ideal perseguido por el proyecto civilizatorio occidental, materializado en el «progreso» y el «desarrollo». Desde una concepción del tiempo lineal y del deseo egótico de siempre más, surge la idea de progreso –asentado como uno de los pilares de la cosmovisión moderna. A partir de ahí, y desde el universalismo occidental, el desarrollo se consolidó como el único medio posible para progresar y, por tanto, debía ser algo natural y deseable para todas las sociedades humanas. Ante esto, baste señalar un par de cuestiones. Una, que este proyecto civilizatorio es una particularidad del mundo occidental, y no algo inherente a la naturaleza humana, aunque así se haya querido imponer por más de siete décadas. Y, por otro lado, es un proyecto que ha demostrado su insostenibilidad ambiental y social. Ambientalmente así lo muestran todos los indicadores que tenemos disponibles; y como consecuencia, no todo mundo puede alcanzar el objetivo de desarrollarse (ya que el planeta no nos alcanzaría). Esto hace al modelo intrínsecamente injusto, o bien, insostenible también socialmente.
A este proyecto desarrollista podríamos contraponer la noción de «Vida Buena» o «Buen Vivir» de los pueblos originarios mesoamericanos y andinos. Este concepto no se puede definir de una sola forma, se trata de prácticas de vida basadas en el respeto, la armonía, el equilibrio y la reciprocidad entre seres humanos, pero también con la Naturaleza, los seres que en ella habitan y la vida en general. Este Buen Vivir no es una forma de desarrollo alternativo –ya que no comparte la raíz progresista del desarrollo– más bien sería una de las alternativas al desarrollo. Y tampoco se puede ver como un proyecto único, tiene que verse como «buenos vivires», en plural, ya que no son prácticas únicas ni universalizables, son contextuales y particulares a cada cultura y sociedad que las existe. Se trata de prácticas de vida basadas no en «vivir mejor», sino en «vivir bien», que es muy distinto.
Otro elemento que podríamos cuestionar es el problema económico por excelencia de la economía convencional: la «escasez». Ésta resulta de confrontar el supuesto de que los deseos humanos son ilimitados con el hecho de contar con recursos limitados para satisfacerlos. Pero, detengámonos un momento en el supuesto de que los deseos humanos son tan grandes que pueden considerarse ilimitados. Para muchas culturas –históricas y contemporáneas– esta idea de querer siempre más no es algo normal; por el contrario, se le percibe como enfermedad, inmoralidad o locura. Si analizamos esto detenidamente encontraremos que estos deseos infinitos son una construcción de la modernidad y no algo inherente a la naturaleza humana. En muchas culturas mesoamericanas las personas no adoptan fines ilimitados, ya que no desvinculan éstos de sus posibilidades para alcanzarlos. Al evidenciar que sus medios son limitados, reconocen que no tiene sentido plantearse fines que no lo sean; por el contrario, advierten que esto es una perfecta receta para la frustración y la infelicidad. Así, podríamos confrontar el concepto de escasez, no quitando lo atinado de señalar los recursos limitados sino relativizando el supuesto de las necesidades ilimitadas.
Por otro lado, señalemos cómo a partir de una visión plural de la realidad, propia de muchas culturas indígenas mesoamericanas y andinas, surge la «comunalidad», como una forma de entender y reproducir la vida desde lo colectivo y la comunidad –la cual no se limita a las personas, sino que incluye a la Naturaleza, a los seres del territorio e incluso a los antepasados. Una concepción de la realidad como ésta toma forma en los quehaceres económicos de muchísimas formas, una de ellas son las cooperativas y empresas sociales que diluyen la separación convencional entre trabajo y la posesión de los medios de producción. Éstas son regidas por la asamblea, donde se toman las decisiones trascendentes de la organización, como qué se hará con las utilidades –o con las pérdidas– o el rumbo que se debe seguir. Así transforman de forma radical las formas de propiedad convencional y la operación en la toma de decisiones. En muchas de estas organizaciones los acuerdos se toman por «acuerdo» –decisión unánime de la asamblea– o por votación mayoritaria, pero siempre con la participación activa de socios(as) y trabajadores(as); por ello, estas reuniones a veces se extienden hasta por varios días. Esto no tiene sentido para la economía convencional ya que le resulta ineficiente e improductivo –y lo es, visto desde el estrecho enfoque de la rentabilidad como único objetivo. El costo de la participación y la democracia real resulta demasiado ostentoso para quienes tienen la eficiencia y la rapidez como valores máximos.
Por último, algo que surge de la misma concepción plural de la realidad, un punto fundamental para las economías alternativas: la trascendencia del cuidado y la centralidad de la Vida. En distintas corrientes se ha asignado una centralidad a distintos elementos: en el capitalismo al capital y a la libertad individual; en el socialismo a la justicia del reparto y la socialización de la propiedad de los medios de producción; y en la economía social a la persona y las relaciones humanas. Ya es tiempo de dar un paso más y buscar enfoques que trasciendan el antropocentrismo de nuestros estudios económicos. Podríamos plantear ya no una centralidad, sino una red, atravesada transversalmente por la crianza mutua y la Vida –no sólo humana, sino en toda su extensión–, con ello, definitivamente, las conclusiones de nuestros análisis económicos cambiarían radicalmente.
Mucho podríamos profundizar en estas ideas, así como en otras, como la diferencia entre bienestar y bien-estar, el materialismo moderno y la espiritualidad de la Tierra, el pensamiento lineal y el pensamiento sistémico, la Naturaleza como recurso natural y la Naturaleza como Madre Tierra, etc., pero esto ya será labor de quien quiera seguir explorando el fascinante mundo de la ecología de saberes. Al adentrarse en estos temas se observa rápidamente el enorme potencial epistémico y pragmático existente en el diálogo de saberes con las epistemologías del Sur.
De ninguna forma se propone, ahora, idealizar estos conocimientos y despreciar el occidental y científico –como sí se ha hecho a la inversa durante siglos– sino de reconocer que todo conocimiento tiene límites, ninguno puede ser completo o totalitario. Sólo desde la reciprocidad y la complementariedad epistémica podremos construir alternativas pertinentes en nuestro quehacer económico y productivo, lo cual es urgente ante esta crisis civilizatoria. En este camino podemos ir consolidando economías alternativas que nos permitan sobrevivir la crisis y, tal vez, ir imaginando alternativas a la economía para construir condiciones que nos permitan atravesar la época de transición que, de hecho, ya ha comenzado.
-José Andrés Fuentes González
José Andrés Fuentes González es investigador y consultor del Centro de Economía Solidaria e Investigación Social (CESIS). Ha colaborado por más de 14 años en el Grupo Cooperativo Yomol A’tel (Chiapas, México) y ha estado vinculado con diversas organizaciones rurales, campesinas e indígenas por más de 20 años. Es Ing. Industrial por la Universidad Iberoamericana (CdMx) y Dr. en Estudios Medioambientales por la Universidad Pablo de Olavide (Sevilla, España). Como investigador estudia el tema de la crisis civilizatoria global y las alternativas existentes desde la ecología de saberes, las epistemologías del Sur, la ciencia posmoderna y las economías alternativas. Es autor de diversos artículos y capítulos sobre estas temáticas, y está por publicar el libro Sobre la crisis civilizatoria y las alternativas.
Nota final:
Un estudio detallado sobre el tema de este ensayo está disponible en el libro Crisis Civilizatoria y Alternativas (Fuentes, 2021) editado por el Centro Internacional de Investigación de la Economía Social y Solidaria (CIIESS).